martes, 26 de febrero de 2013

Una asistencia jovial y comprometida


Con frecuencia olvidamos que los jóvenes son los más importantes partícipes de un evento literario. Aportan su flamante visión del mundo, asumen nuestro legado como una herencia propia y merecida, y se muestran expectantes no tan sólo a la madurez de ideas, sino al germen de las mismas. Las inquietudes se expanden en una infinita gama de matices, más allá de que puedan o no participar de tales ideas, de los mismos planteamientos, de esa denuncia oclusiva, casi siempre turbia, que implica el ejercicio de la narrativa. Entre ellos se encuentran los sucesores de nuestro individual universo, forjando el suyo como un tributo incansable a la vasta literatura universal. 

Presentación A un difunto desconocido


El jueves 21 del mes presente tuvo lugar la presentación de mi novela A un difunto desconocido, evento que bien ofreció mi estimado amigo y escritor Vicente Cuenca Rueda. Como autor, mi satisfacción estriba no tanto en el número como en la calidad de los asistentes. Cuando éstos, además, son jóvenes y muy allegados, la cordialidad y empatía juegan a favor, transformando la causa en una reunión tan afable como emotiva. La concisa pero detallada exposición de esta novela breve, muy densa y dramática, suscitó interés, asombro, admiración y no pocas preguntas al respecto. En el más honroso contexto donde un autor puede hablar de sus escritos y ficciones, la egregia Expolibro (Diego Marín) nos abrazó, viéndonos rodeados de las más célebres obras literarias de todos los tiempos. En esa atmósfera donde flotan las profundas reflexiones de Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Jorge Luis Borges, William Faulkner, Thomas Mann, Franz Kafka, Miguel Ángel Asturias y tantos otros, tuvo lugar este encuentro inolvidable y desde luego trascendental.