martes, 28 de abril de 2015

La sombra de las sabinas. Novela.

Por razones diversas y onerosas, la familia Dólera escapa de la ciudad para emprender sus vacaciones estivales. Atrás quedan los ánimos, las inquietudes calladas, ilusiones carentes de fundamento y muchas esperanzas que se verán aplazadas durante cuatro largos meses.
Con válidas excusas que confluyen en lograr una segunda vivienda como síntoma de bienestar y para el descanso durante épocas, emprenden un viaje interminable que les lleva hasta un poblacho casi irreal, habitado por fantasmas vivientes.
En aquella nada sin nombre, empero, descubren la inusitada soledad y el gélido desasosiego que les acompaña como un lastre inevitable. Expectante, la familia llega a sufrir una confusión alucinatoria para despertar cuando el orondo Soto Páez, alcalde de aquel vasto e inhóspito paraje, aparece como una esperanza prometedora.
Ellos buscan o buscaban una casa, la segunda vivienda lejos de la urbe cotidiana, y Soto Páez, conciliador, les acoge en su inesperada morada para invitarles a una cena mientras les habla de la villa que sí pueden adquirir y está en venta.
Así comienza una extraña aventura estival como prólogo al reconocimiento del universo que los Dólera simbolizan, embrollándose de a poco con la población autóctona demarcada por unos seres que sobreviven tal vez sin saberlo.
La confluencia de ambos mundos, el que los Dólera representan y el hallado en un contexto salvaje, se inicia con las primeras amistades que viran en torno a la hacienda recién adquirida, siempre acompañados por el afable y soltero regidor como fiel acompañante y amigo.
Vacilando por momentos, Javier Dólera y su hermano Carlos aceptan el absurdo desafío impuesto por ellos mismos, resolviendo la dudosa convivencia con aquellos pocos y zafios lugareños.
Sin planes de antemano, la familia Dólera se sumerge en un retiro donde les acechan las tentaciones y un abanico de infamias soterradas que pronto se aúna con las de ellos. La tranquilidad esperada y el descanso se tornan en una aventura desmedida, cediendo a las pasiones más descabelladas para descubrir, en algunas horas de forzosa reflexión, los verdaderos sentimientos que han ido atesorando desde siempre.
Así transcurre  un tiempo que no miden los relojes y es empleado para la enfática simbiosis que les conduce a un desafío tras otro, cediendo frente a sí mismos para aceptar un destino y una impávida voluntad de existir.