sábado, 18 de agosto de 2012

El gimnasio en Santa Paula

Bastó con reponer aparatos que fueron a sustituir las sogas, los botes de cemento fraguado unidos por una barra, alquilar un potro y apoyar en las paredes taquillas con candados para los socios que fueron llegando de la nada, después del mísero reclamo publicitario que el pionero pintó en la fachada con letras grandes y rojas. No tuvo nunca un nombre propio y fue bautizado como Gimnasio con tanto acierto como era de suponer. Más tarde le agregaron las dos palabras que completaron su destino, Deportes Atléticos y aquello bastó para atraer a los primeros clientes, una docena de jóvenes que aceptaron la idea y pagaron por usar duchas y taquillas, por obedecer las instrucciones de un monitor aficionado cuya experiencia se basaba en la asiduidad como espectador a los campeonatos olímpicos regionales.

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