Desde
su oclusivo prisma adolescente y como miembro de la familia Cervera, Alberto
nos sumerge sin desánimo ni acritud en los hirientes vaivenes que sufre su
padre, un milico desahuciado intentando sobrevivir sin renegar de su absurdo e
inútil orgullo castrense. Amparado, con ácidas reticencias, por sus dos
hermanas mayores, comienza a establecer una esfumada radiografía del contexto
que vive en primera persona. Esa atmósfera asfixiante y sombría, empero, se ve
renovada con la aparición espectral del vaticinado novio para la mayor de sus
consanguíneas. Reflexivo y astuto, el joven muchachito se irá desgranando entre
la fantasía y una realidad ciega y turbadora, quedando atrapado, ya para
siempre, en ese páramo sin límites ni horizontes donde habrá de anhelar, desde
el amorfo presente, un pasado tan dudoso como su particular y azaroso mañana
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