viernes, 3 de agosto de 2012

Relatos

Miniaturas, al principio, donde el contexto iba diseñándose sin plan alguno. Un personaje camina bajo las luces de la noche, las manos en los bolsillos, mirando sin fe al horizonte otoñal. De golpe llegan algunos recuerdos y la añoranza invade al tipo. Se detiene, inspira aire lentamente, una imagen rescatada del ayer le forja media sonrisa y encoge un hombro. Ella regresa a su pensamiento, con un nombre que musita sin verdadero interés. La evocación comienza a dibujarla con el pelo largo y amarillo, sentada sobre unas rocas, gastando un vestido largo de gasa beige. Tiene los pies desnudos adentro del agua y las olas le van lamiendo la esperanza hasta marchitarla. En su regazo duermen dos flores rojas que acaricia con la punta de los dedos. El viento salobre renueva su ánimo y con media sonrisa se disipa en un horizonte toronja, diluyéndose hasta que desaparece. El tipo empunta los labios y alza la cabeza, descubriendo el cuerno de la luna, cazando estrellas con un ojo. Más allá de la nostalgia está la plaza y su gente, el bullicio de la ciudad, los vehículos que transitan mansos y lentos. El reloj de la iglesia canta la hora. Ya es tarde y el sueño le remueve la boca para bostezar.

1 comentario:

  1. Los recuerdos están ahí siempre, como centinelas,vigilando nuestra frente,y a veces, efectivamente son tan pesados, que nos haces hasta bostezar.Otras sin embargo, nos martillean sin piedad.Genial tu relato, Franciso, tengo que decirte que me has dado una gran alegría, aquí, espero tu siguiente relato, este, me ha encantado.Felicidades por tu acertada decisión. Quería hacerme seguidora tuya pero no veo la opción.El poemario esta en la fragua, estoy esperando a que me lo entreguen, y la presentación al final la hago para finales de octubre.Que tengas un buen comienzo de semana Francisco.

    ResponderEliminar